Publicado en Uncategorized | Deja un comentario

Publicado en Uncategorized | Deja un comentario

8 de septiembre Peregrinación diocesana a Luján.

Publicado en Uncategorized | Deja un comentario

9 de septiembre

Lecturas del Domingo 23º del Tiempo Ordinario – Ciclo B

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (35,4-7a):

Decid a los cobardes de corazón: «Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en persona, resarcirá y os salvará.» Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantar. Porque han brotado aguas en el desierto, torrentes en la estepa el páramo será un estanque, lo reseco un manantial.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 145,7.8-9a.9bc-10

R/. Alaba, alma mía, al Señor

Que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos. R/.

El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos,
el Señor guarda a los peregrinos. R/.

Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol Santiago (2,1-5):

No juntéis la fe en nuestro Señor Jesucristo glorioso con el favoritismo. Por ejemplo: llegan dos hombres a la reunión litúrgica. Uno va bien vestido y hasta con anillos en los dedos; el otro es un pobre andrajoso. Veis al bien vestido y le decís: «Por favor, siéntate aquí, en el puesto reservado.» Al pobre, en cambio: «Estáte ahí de pie o siéntate en el suelo.» Si hacéis eso, ¿no sois inconsecuentes y juzgáis con criterios malos? Queridos hermanos, escuchad: ¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino, que prometió a los que lo aman?

Palabra de Dios

Evangelio

Evangelio según san Marcos (7,31-37), del domingo, 9 de septiembre de 2018

Lectura del santo evangelio según san Marcos (7,31-37):

En aquel tiempo, dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos.
Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «Effetá», esto es: «Ábrete.»
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»

Palabra del Señor


Homilía para el domingo durante el año XXIII B

Jesús habló arameo, y los Evangelios que poseemos fueron escritos en griego (aunque el de Marcos fue escrito en arameo). Hay algunos lugares en el Evangelio donde se utiliza una expresión de Jesús en arameo, incluso en el texto griego, probablemente debido, a que ella, había impactado a la audiencia de una manera especial. Además del grito en la cruz (Elí, Elí, lamá sabactani), estos casos se encuentran en las descripciones de las curaciones de Jesús. Tenemos que prestar atención a estas expresiones, porque revelan algo que el resto del texto no nos dice.

En una primera lectura del texto, que en sí es muy austero, simplemente notamos que: Jesús metió los dedos en los oídos del sordomudo, con saliva le tocó la lengua diciendo “Effatá” (En castellano Efetá), es decir, “Ábrete”. De inmediato se abrieron sus oídos … y su lengua se desató. El término “Effatá”, en arameo, es imperativo singular. La orden de abrir no se da ni a la lengua, ni a los oídos, sino a una persona. Se trata del enfermo, a él le dijo Jesús: “Ábrete”. Y cuando se abre, todo lo que tiene atado se desata. Se convierte en una persona libre.

Varias conexiones simbólicas son reveladas por las aparentes contradicciones del texto. El hombre empieza a hablar cuando sus oídos se abren. Así que hay una profunda relación entre escuchar y hablar. Existe una relación física, obviamente, pero también hay una simbólica y espiritual. Hablar es una forma importante de comunicación entre los seres humanos (no solamente uno se comunica así, hay otras maneras de comunicarnos, pero nuestra sociedad occidental ha privilegiado esta, a veces polarizándola en la imagen y la propaganda, sin ocasión a la reflexión). Comunicación significa comunión, e implica un intercambio que va en ambas direcciones. Cualquier persona que no escucha no se comunica, por lo que no habla en serio. Sólo se producen sonidos vocales. Es interesante observar que nuestro texto no dice realmente (en el original griego) que el hombre en cuestión era “mudo”. Más bien, dice que él tenía un defecto en el habla (él era mogilálos –tartamudo- la palabra se encuentra sólo una vez en el Nuevo Testamento). Él no podía hablar bien porque no escuchaba. No oyó porque no estaba abierto. Cuando oyó hablar de Jesús: “se abre” y comenzó a escuchar y por lo tanto también a hablar correctamente.

Isaías nos da una descripción muy linda y poética del reino mesiánico, que colma la aspiración profundamente enraizada del corazón humano de un retorno al paraíso. Dónde: «El agua manará en el desierto, y los torrentes se convertirán en tierras áridas». Pero esto no se dará por arte de magia. Esto llegará cuando los ojos de los ciegos se abran y las orejas de los sordos sean desatadas y cuando la lengua de los mudos cante. Esto a su vez vendrá cuando los hombres estén abiertos a los demás y principalmente a Dios

En un momento de la historia, la humanidad se volvió completamente abierta, una persona, María de Nazaret. Y debido a que ella estaba totalmente abierta, recibió la plenitud de la Palabra de Dios. Todo su ser estaba penetrado, de su carne y sangre, así por el amor de su corazón, ella dio a luz a Dios.

Su propio hijo estaba radicalmente abierto tanto que se había vuelto completamente vulnerable por nosotros y hacia nosotros, y sus heridas se convirtieron en los canales de comunicación más valiosos para con nosotros.

Abrirse a Dios es escucharlo. Escuchar a Dios es secundar su gracia, nos enseña un Padre de la Iglesia: «En la luz del Señor mira la luz, en el Espíritu de Dios reconoce al Hijo, reconoce digo, a Dios trino, aquella luz una e indivisa. Si aceptas a Cristo enteramente, puedes juntar en tu alma todas las curaciones con las cuales todos los enfermos fueron curados. Sólo está atento en no ignorar la grandeza de la gracia, para que, mientras tú duermes y no estás bien seguro, el enemigo no te siembre la cizaña. Está también atento que, víctima de la envidia del demonio por tu pureza, no te reduzca otra vez a la miseria. Está atento que concediéndote demasiado al gozo de una obra buena, no te envanezcas y tengas que caer mientras te llevas demasiado alto. Está atento a no retrasar nunca el cuidado de tu purificación; busca crecer, y con mucha diligencia protege el perdón recibido por gracia de Dios, de manera que se pueda decir que, mientras el perdón viene de Dios, la conservación de la remisión es también obra tuya.» Gregorio Nazianzeno, Oratio LX, in sanat. Bapt., 33 s. (Lezionario “I Padri vivi” 128)

Que esta eucaristía, en memoria de él, sea a la vez la fuente y la expresión de nuestra apertura a él, a su gracia y en él a los demás

Publicado en Uncategorized | Deja un comentario

Publicado en Uncategorized | Deja un comentario

2 de septiembre.

20170917_113655

Lecturas del 22º del Tiempo Ordinario – Ciclo B

Primera lectura

Lectura del libro del Deuteronomio (4,1-2.6-8):

Moisés habló al pueblo, diciendo: «Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os mando cumplir. Así viviréis y entraréis a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de vuestros padres, os va a dar. No añadáis nada a lo que os mando ni suprimáis nada; así cumpliréis los preceptos del Señor, vuestro Dios, que yo os mando hoy. Ponedlos por obra, que ellos son vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos que, cuando tengan noticia de todos ellos, dirán: «Cierto que esta gran nación es un pueblo sabio e inteligente.» Y, en efecto, ¿hay alguna nación tan grande que tenga los dioses tan cerca como lo está el Señor Dios de nosotros, siempre que lo invocamos? Y, ¿cuál es la gran nación, cuyos mandatos y decretos sean tan justos como toda esta ley que hoy os doy?»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 14,2-3a.3bc-4ab.5

R/. Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?

El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua. R/.

El que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor. R/.

El que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol Santiago (1,17-18.21b-22.27):

Todo beneficio y todo don perfecto viene de arriba, del Padre de los astros, en el cual no hay fases ni períodos de sombra. Por propia iniciativa, con la palabra de la verdad, nos engendró, para que seamos como la primicia de sus criaturas. Aceptad dócilmente la palabra que ha sido plantada y es capaz de salvaros. Llevadla a la práctica y no os limitéis a escucharla, engañándoos a vosotros mismos. La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo.

Palabra de Dios

Evangelio de mañana

Evangelio según san Marcos (7,1-8.14-15.21-23), del domingo, 2 de septiembre de 2018

Lectura del santo evangelio según san Marcos (7,1-8.14-15.21-23):

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas.)
Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?»
Él les contestó: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos.» Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.»
Entonces llamó de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchad y entended todos: Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.»

Palabra del Señor

____________________________________

Homilía para el Domingo XXII durante el año B

En el Evangelio, Jesús se manifiesta como una persona totalmente libre. No es el hombre de una familia conocida o de una determinada ciudad. No es el hombre de una secta religiosa y no pertenece a ninguna categoría de maestros o rabinos. En realidad no pertenece a ninguno. Es libre en la elección de sus amigos, y en tales elecciones no está condicionado por ninguna convención religiosa o social. Es libre también en las relaciones con las autoridades civiles o religiosas y en la enseñanza al pueblo.
Jesús era muy respetuoso de la Ley dada por Dios a Moisés. No había venido a abolir esta ley, sino a llevarla a su cumplimiento. Como cada hebreo piadoso de su tiempo, debía recitar cada día el Shema Israel, (Escucha Israel) del que tenemos una versión en la primera lectura de la Misa de hoy. Esta ley era una de las expresiones del amor de Dios hacia su Pueblo que había elegido y quería guiar. La memoria y el respeto de esta Ley era el recuerdo del amor de Dios. Contra lo que Jesús luchó tenazmente es contra la utilización de la Ley de Dios por parte de ciertos hombres para esclavizar a otros hombres, mientras esta tenía como fin conducir a los hombres a practicar el amor, sea hacia Dios como en la relación entre ellos.
En el Evangelio de hoy, hay palabras durísimas contra los Fariseos. Jesús no les reprocha preocuparse por las Escrituras y la Ley. Les reprocha una sola cosa: su hipocresía; y revela las raíces y las consecuencias de esta hipocresía. Hipócritas son aquellos cuyas conductas y palabras no expresan los pensamientos que tienen en el corazón. Lo que no supone un puritanismo, es decir, en el corazón uno puede saber y querer amar al prójimo, reconociendo que es un precepto principal del Evangelio, pero tal vez en la conducta quede mucho por hacer. Para hablar del bien no podemos esperar ser perfectos, si no nadie podría enseñar absolutamente nada. Ahora bien, el hipócrita, siguiendo con el ejemplo es el que en el corazón dice: el prójimo no me interesa y me da igual como lo trato, y por lo demás se pasa el día diciendo que hay que tratar bien a todo el mundo (distinto el que se esfuerza, pero por carácter o debilidad, después trata no tan bien como querría). La hipocresía es falta de simplicidad y pureza de corazón. Por eso Jesús los llama “ciegos”. Hay un nexo muy estrecho entre hipocresía y ceguera, porque el hipócrita, queriendo engañar a los otros, termina engañándose a sí mismo.
La hipocresía no es solamente mentira. El hipócrita engaña a los otros para ganarse su estima, con gestos y palabras que no corresponden a una intención simple. Y porque la simplicidad o pureza de corazón es la virtud fundamental del cristiano, el Evangelio nos enseña que el más grande obstáculo sobre el camino que Dios quiere para nosotros es precisamente la hipocresía.
Jesús hablaba a los Fariseos, pero su mensaje vale para todos nosotros. Debemos aprender a vivir sin llevar máscaras, lo que no significa mostrar impúdicamente todas las miserias. Cuando queremos preservar una cierta imagen de nosotros mismos, nos volvemos inquietos y temerosos, y somos esclavos de esta imagen. Un autor, Lewis, dice que si a uno le pica una parte del cuerpo, se rasca, pero no le hace un monumento a la picazón.
Esta enseñanza de Jesús sobre la pureza del corazón está dirigido a todo cristiano. La pureza de corazón es simplemente lo opuesto a la doblez de corazón, así la persona que tiene el corazón puro es aquella que tiene un solo corazón y que expresa verdaderamente a través de sus acciones lo que tiene en el corazón, aunque con errores y pecados.
Según el Discurso de las Bienaventuranzas es esta una condición para ver a Dios: “Felices los puros de corazón, pues ellos verán a Dios”.
Dice Veda el Venerable, Evang. Marc., 2, 7, 1: «… Es necesaria la enseñanza de la verdad, según la cual aquellos que desean tener parte en el pan de la vida que desciende del cielo, deben purificar sus obras con el frecuente baño de las limosnas, de las lágrimas y de los otros frutos de la justicia, para poder participar en los misterios celestiales en pureza de corazón y de cuerpo. Es necesario que las impurezas, de las que cada uno se mancha en el ocuparse de los asuntos terrenos, sean purificadas por la sucesiva presencia de los buenos pensamientos y de las buenas acciones, si alguien desea gozar del íntimo refresco de aquel pan. Pero los fariseos que acogían carnalmente las palabras espirituales de los profetas –los cuales ordenaban la purificación del corazón y de las obras diciendo: “Lávense, sean puros, y purifíquense (Is. 1, 16) ustedes que llevan los vasos del Señor” (Is. 52, 11)- observaban tales preceptos solamente purificando el cuerpo. Pero en vano los fariseos, en vano los judíos todos se lavaban las manos y se purificaban volviendo del mercado, si rechazan lavarse en las fuentes del Salvador. En vano observaban las purificaciones de los vasos aquellos que descuidaban lavar la inmundicia de sus corazones y de sus cuerpos, cuando es fuera de duda que Moisés y los profetas –los cuales ordenaron lavar con agua los vasos del pueblo de Dios, purificarlos con el fuego, y santificarlos con el óleo- no establecieron tales prescripciones por un motivo genérico o para obtener la purificación de estos objetos materiales, sino más bien para mandarnos la purificación y la santificación de los espíritus y de las obras y la salvación de las almas
Que María Santísima purifique nuestro corazón para que tengamos las ideas y los deseos claros y que poco a poco nos ayude el Señor y los hermanos a ir achicando la distancia entre lo que queremos y lo que hacemos, para que el Señor nos libre de merecer el duro reproche de Jesús: ¡Hipócritas!

 

Publicado en Uncategorized | Deja un comentario

Publicado en Uncategorized | Deja un comentario

Publicado en Uncategorized | Deja un comentario

Para pensar?

El bien que nos hacen

– Yo los voy a arreglar, bichos de la gran flauta -dijo el Hombre descolgando la escopeta.
– Dejalos, pobrecitos, quién sabe no tengan nido -dijo la Mujer. Todos los años vienen y la cosecha no falla.
– Comen muchas matitas tiernas de maíz -dijo el Hombre. ¿Vos sabés lo que sería la cosecha sin esos bichos dañinos?

Desde la casa se veían las gaviotas sobre el maizal, como un remolino de papelitos blancos. El Hombre se situó atrás de la parva y comenzó a batirlos a tiro seguro. Diez días sonaron los estampidos fragorosos y cayeron los pájaros aleteando. Y después se fueron las Gaviotas para no volver.

Y sucedió que ese año se perdió la mitad de la cosecha, porque salió una plaga de gusanos peludos y asquerosos que comían los choclos hasta el marlo. Y el año siguiente la cosecha se perdió entera, porque parece que las gaviotas eran las que se comían esos gusanos pestíferos que antes nadie había visto.

– ¡El bien que me hacían las gaviotas y yo no supe! -dijo el Hombre. El bien que nos hacen no lo vemos, y el mal que nos hacen, aunque sea pequeño, enseguida lo notamos.
– Así es el Hombre -dijo una Gaviota.

P. Leonardo Castellani, Fábulas camperas.

Publicado en Uncategorized | Deja un comentario

26 de agosto.

img-20170715-wa0039

Lecturas del Domingo 21º del Tiempo Ordinario – Ciclo B

 

Primera lectura

Lectura del libro de Josué (24,1-2a.15-17.18b):

En aquellos días, Josué reunió a las tribus de Israel en Siquén. Convocó a los ancianos de Israel, a los cabezas de familia, jueces y alguaciles, y se presentaron ante el Señor. Josué habló al pueblo: «Si no os parece bien servir al Señor, escoged hoy a quién queréis servir: a los dioses que sirvieron vuestros antepasados al este del Éufrates o a los dioses de los amorreos en cuyo país habitáis; yo y mi casa serviremos al Señor.»
El pueblo respondió: «¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la esclavitud de Egipto; él hizo a nuestra vista grandes signos, nos protegió en el camino que recorrimos y entre todos los pueblos por donde cruzamos. También nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 33,2-3.16-17.18-19.20-21.22-23

R/. Gustad y ved qué bueno es el Señor.

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.

Los ojos del Señor miran a los justos,
sus oídos escuchan sus gritos;
pero el Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria. R/.

Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra fe sus angustias;
el Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos. R/.

Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo libra el Señor;
él cuida de todos sus huesos,
y ni uno solo se quebrará. R/.

La maldad da muerte al malvado,
y los que odian al justo serán castigados.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a él. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (5,21-32):

Sed sumisos unos a otros con respeto cristiano. Las mujeres, que se sometan a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Pues como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres corno Cristo amó a su Iglesia. Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. «Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.» Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.

Palabra de Dios

Evangelio de mañana

Evangelio según san Juan (6,60-69), del domingo, 26 de agosto de 2018

Lectura del santo evangelio según san Juan (6,60-69):

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?»
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: «¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.»
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.» Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?»
Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.»

Palabra del Señor

_______________________________________

Homilía para el XXI Domingo B

Si buscamos un tema común recurrente en cada una de las tres lecturas de este domingo, y si queremos expresarlo de una manera popular, podremos decir que el tema es: “decídanse”.
Es esto lo que le dice Josué a las Tribus de Israel, en Siquém, al ingreso de la Tierra Prometida, después que hubiesen conquistado la tierra, cuando el pueblo era atraído por la religión de las naciones que habían conquistado. Josué les dice que deben elegir, que deben servir o al Señor, el Dios de Israel, o a los dioses de las naciones. No pueden servir a ambos. No pueden tener un pie en dos zapatos al mismo tiempo.
En el Evangelio, después que Jesús se manifestó de manera explícita y claramente como la fuente de la Vida, que proviene del Padre y que literalmente hay que comerlo (Hay un crescendo Jn 6, 58: «Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron (éfagoon, comer, tomar alimento) sus padres y murieron. El que coma (tróogoon, comer triturando con la correspondiente fuerza y el correspondiente ruido) de este pan vivirá eternamente», muchos lo abandonaron y se fueron, encontrando muy duro ese lenguaje. Jesús entonces dice a aquellos que habían quedado que hagan una elección: “¿Ustedes también se quieren ir?”
También san Pablo, en su Carta a los Efesios, habla de la elección que hace el uno de la otra, la mujer y el hombre que contraen matrimonio. La superioridad del hombre sobre la mujer, de la cual habla la primera parte del texto (y que seguramente las mujeres de hoy no serán muy fanáticas de Pablo), debe ser atribuido al contexto histórico. No es esto lo que Dios quiere revelar en este escrito de Pablo, pues eso en ese momento era así. Lo esencial del mensaje es más bien el amor recíproco que debe ligar a los dos esposos. Es esta elección radical del uno por parte del otro lo que Pablo llama sacramento, es decir, manifestación visible y simbólica de la elección que Cristo ha hecho por su Iglesia, por cada uno de nosotros. El matrimonio es un sacramento referido al amor de Cristo por su Iglesia.
En el curso de nuestra vida tenemos muchas elecciones por hacer. Hacerlas es relativamente simple, en la mayor parte de los casos. Lo que no es fácil, es ser fieles y consecuentes con cada una de las elecciones hechas. Eligiendo a Dios, hemos renunciado a todos los otros “dioses”, particularmente a Mammona (el dios del dinero, de lo inmediato). Eligiendo esposa o esposo, el hombre y la mujer renuncian a todos los otros candidatos o candidatas posibles, y a todas las personas todavía más maravillosas que podrían encontrar más tarde en la vida. Eligiendo a Cristo se renuncia a todos los falsos profetas. Eligiendo una vocación se renuncia a las otras tan dignas y bellas.
Frecuentemente queremos tener la satisfacción de haber elegido algo y de haber renunciado a ciertas cosas, pero sin aceptar siempre las consecuencias de estas elecciones y queremos disponer todavía, al menos cada tanto, de algunas de las realidades a las cuales hemos renunciado. Creo que la mayor parte de los problemas, tanto psicológicos como espirituales, que se pueden encontrar en la vida, como ser la mayor parte de los obstáculos al crecimiento humano, a la madurez, provienen del hecho que las personas no queremos atenernos, por una razón o por otra, a las elecciones que hemos hecho, y no aceptamos todas las consecuencias y las exigencias de estas elecciones.
Por otra parte, el aspecto positivo de estas elecciones es que cada empeño que tenga carácter público, que sea un empeño en relación a otra persona, en el matrimonio o en relación a Dios y los hermanos en la vida religiosa o sacerdotal, nos pone en una situación nueva, no solo con Dios, sino también con el resto de la humanidad. Cuando dos personas deciden entregarse la una a la otra en la vida matrimonial, con este intercambio de promesas en público, expresan la convicción y el hecho que su relación humana más privada y más íntima es al mismo tiempo parte y expresión sacramental de una realidad mucho más grande, la comunión de amor entre Dios y su pueblo.
De la misma manera, cuando un religioso o religiosa, o un sacerdote expresan públicamente sus votos o promesas, expresan también la convicción y el hecho que su entrega hacia Dios y hacia una comunidad concreta es la manifestación sacramental de la misma realidad de la Iglesia. Es paradojalmente (parece contradictorio, pero no lo es) la libertad, la verdadera libertad, a la que todos nosotros aspiramos, no es alcanzada sino por aquellos que han tomado una decisión total, de un tipo u otro, empujando sus barcas mar adentro y derribando los puentes detrás suyo. Entonces solamente florece la libertad, que nos libera de la esclavitud y de la alienación que nos viene de nuestro egoísmo. Cuando nos viene la tentación de mirar atrás, a nuestras espaldas (y esto nos sucede un día u otro), podemos tener siempre la gracia de sentir la voz de Jesús que nos dice, como a sus discípulos: “¿Me querés dejar, tal vez?”
“¿Ustedes también se quieren ir?” “¿A dónde?, dice Pedro, tú tienes Palabras de Vida eterna.” Para no equivocarnos en las elecciones debemos confiar en Dios y tener fe. No buscar todas las seguridades para elegir, nunca podremos estar absolutamente seguros, pero en las cosas de Dios debemos movernos también por la fe. En este sentido meditemos una cita, un tanto extensa, de San Agustín: «“Tu tienes palabras de vida eterna”. El Evangelista nos relata que el Señor se quedó con los doce discípulos los cuales le dijeron: “He aquí, Señor, aquellos te abandonaron”. Y Jesús responde «¿Ustedes también se quieren ir?” (Jn 6, 67), queriendo demostrar que Él era necesario a ellos, y no ellos a Cristo. Ninguno se imagine intimidar a Cristo, amenazando hacerse cristiano, como si Cristo será más feliz si te haces cristiano. Hacerse cristiano, es un bien para ti: porque si no te haces cristiano, no le harás mal a Cristo. Escucha la voz del salmo: “He dicho al Señor: Tu eres mi Dios, porque no tienes necesidad de mis bienes” (Sal 15, 2). Por eso, “Tu eres mi Dios, porque no tienes necesidad de mis bienes”. Si tú no estás con Dios, estarás disminuido, pero Dios no será más grande, si tú estás con él. Tú no lo haces más grande, pero sin Él tú te vuelves más chico. Crece entonces en Él, no te retires, es como una disminución. Si te acercas a Él ganarás; te destruirás, si te alejas de Él. Él no sufre cambio sea que te acerques, sea que te alejes. Cuando, entonces, él le dice a los discípulos: “¿También ustedes se quieren ir?”, responde Pedro, aquella famosa piedra, y en nombre de todos dice: “Señor, a quien iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.” (Jn 6,68)… El Señor se dirige a aquellos pocos que habían quedado: “Por eso Jesús dice a los doce”, o sea aquellos pocos que habían quedado, “¿También ustedes se quieren ir?” (Jn 6,67). También Judas se había quedado. La razón por la cual se había quedado era ya clara al Señor, mientras que para nosotros será clara más tarde. Pedro responde por todos, uno por muchos, la unidad por la multiplicidad: “Le responde Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? (Jn 6,68). Si nos echas de tí, danos otro similar a ti: “¿A quién iremos?”. Si no vamos a ti, ¿a quién iremos? “Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6,68). Mira de qué manera Pedro, con la gracia de Dios vivificado por el Espíritu Santo, ha comprendido las palabras de Cristo. ¿De qué manera ha entendido, sino porque ha creído? “Tú tienes palabras de vida eterna”. Esto es, tú nos das la vida eterna, en el ofrecernos tu carne y tu sangre. “Y nosotros hemos creído y hemos conocido” (Jn 6,69). No dice Pedro, hemos conocido y hemos creído, sino “hemos creído y hemos conocido”. Hemos creído para poder conocer; en efecto, si primero quisiésemos saber y después creer, no seremos capaces ni de conocer ni de creer. ¿Qué cosa hemos creído y qué cosa hemos conocido? “Que tu eres el Cristo, el Hijo de Dios” (Jn 6,69), esto que tú eres, la misma vida eterna, y tú nos das en tu carne y en tu sangre, eso que tú mismo eres. » (Agustín, Comment. in Ioan., 11, 5; 27).
Terminamos el capítulo 6 de San Juan, Cristo es el Pan de Vida y lo tenemos que comer de verdad para estar en comunión con Él y vivir de Él, tener acceso al Padre. Tener la vida verdadera es creer y conocer. ¿Lo queremos hacer, en la vocación en la que estamos, a ciencia y a conciencia? Terminamos como empezamos el tema de este domingo que nos invita a examinar nuestras elecciones. Debemos decidir.
Que María Madre nuestra interceda para que no nos equivoquemos y siempre apreciemos y creamos en el alimento de su Cuerpo y su Sangre, única Vida Verdadera, ¿A quién vamos a ir, si no?

Publicado en Uncategorized | Deja un comentario